lunes, 7 de noviembre de 2005

Fortaleza de San Carlos de la Cabaña

Se afirma que en el siglo XVI, el ingeniero italiano Bautista Antonelli, arquitecto y constructor del Castillo del Morro de La Habana, cuando en una oportunidad visitó el cerro de la Cabaña aseguró que quien fuese dueño de esa loma, también lo sería de La Habana, en clara alusión a la posición estratégica de dicha zona.

Justamente las tropas inglesas pudieron apoderarse de la Ciudad de La Habana porque dominaban el cerro de la Cabaña, no obstante haber sido advertido el Capitán General de la Isla por Antonelli, quien expresara, en épocas tan tempranas como 1589, que quien dominara esa elevación se convertiría en el dueño de la Villa de San Cristóbal de La Habana.

También desoyeron esta advertencia diversos jefes militares de la isla, los cuales entendían que la ciudad se encontraba bien protegida por las murallas que la rodeaban, la fortaleza de los Tres Reyes del Morro y algunas piezas de artillería emplazadas en la elevación de la Cabaña.

Los ingleses, sin embargo, demostraron lo contrario logrando apoderarse de la ciudad sin grandes esfuerzos. Una vez devuelta La Habana, después de haberla dominado durante once meses, se retiraron los ingleses en 1763.

Era urgente construir una fortaleza en la alta ribera del puerto de La Habana, apremiados por la necesidad de completar el sistema defensivo del litoral de la ciudad con puntos estratégicos que no habían sido debidamente fortificados con anterioridad.

La metrópolis española comprendió la imperiosa necesidad de construir una sólida defensa para su colonia. La experiencia fue amarga, sin duda, pero sirvió para que el rey de España por aquellos años, Carlos III, ordenara la construcción de inmediato de una fortaleza en el estratégico cerro.

Con ese fin, el Rey, nombró Capitán General de la Isla a Ambrosio Funes de Villalpando, Conde de Ricla, a quien envió a La Habana acompañado por el ingeniero militar de los Reales Ejércitos, don Silvestre de la Abarca, bajo cuya dirección se iniciaría la gran obra, que comenzó a ejecutarse rápidamente.

El 4 de noviembre de 1763 se comenzó la construcción de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, la cual se terminó en 1774. Los planos fueron hechos por el ingeniero francés M. De Valliére con dibujos suministrados por M. Ricaud de Targale. El propietario del terreno era Don Agustín de Sotolongo, quien lo donó en forma gratuita para la ejecución de la obra defensiva.

Y tal era el temor de la Metrópoli, del gobierno y de los habaneros por una nueva invasión inglesa, que mientras llevaban a cabo la construcción de la Cabaña, erigieron también la fortaleza del Castillo de Santo Domingo de Atarés, el Castillo del Príncipe, y reconstruyeron al propio tiempo la fortaleza del Morro, que se encontraba seriamente dañada por el asedio de la artillería inglesa.

Más de 1700 hombres, en su mayoría esclavos y prisioneros, iniciaron la construcción de la fortaleza, auxiliados con picos, coas y palos, ellos realizaron las excavaciones en el rocoso suelo, las cuales debían alcanzar entre 10 y 15 metros de profundidad.

Nació así la fortaleza San Carlos de la Cabaña, la mayor de las instalaciones militares creadas por España en América, a la entrada de la preciosa bahía habanera concluida en 1774, y el origen del nombre de esta gran fortaleza militar: San Carlos de la Cabaña, se debió al propio Rey Carlos III y a la forma por la que era conocida la elevación en que se edificó dicha fortificación, llamada Cerro de la Cabaña, ya que allí existían unos bohíos ó cabañas.

Cuando la fortaleza quedó inaugurada, con sus 45 pies sobre el nivel del mar y 150 metros de longitud a lo largo de la ensenada, fue declarada como la obra cumbre del sistema español de construcciones militares. Se le considera un exponente de la arquitectura militar del siglo XVIII por la conjugación de los adelantos de la técnica de armamentos de la época con la variedad de sus componentes arquitectónicos y espaciales.

De ella se enorgullecía no solamente el rey de España, sino también el Capitán General de la Isla, don Antonio María Bucarelli, y por supuesto, también los habaneros. Esta complacencia tenía razones muy bien fundamentadas, pues era una gigantesca obra de ingeniería militar.

El castillo contaba con una posición muy estratégica”; por un lado domina la ciudad, la bahía y la entrada del canal, mientras que por el otro la parte norte de la costa habanera. La Cabaña está situada al este-noroeste de La Habana, a 380 varas del Castillo del Morro. Su estilo ecléctico se explica por las influencias francesa, italiana y holandesa. Esta magnífica edificación está dotada de almacenes, rampas, bóvedas y profundos pozos con capacidad para 2000 hombres.

Su diseño constituye un exponente del cambio experimentado en los sistemas defensivos durante el siglo XVIII, debido a los progresos de la artillería. Su capacidad militar era ciertamente grande y también lo era el armamento del cual disponía.

Así en 1859 contaba con 120 cañones y obuses de bronce de diferentes calibres. Pero ya para 1863 el equipamiento militar se había incrementado considerablemente, llegando a poseer 245 piezas de artillería, amén de otras armas ligeras de corto alcance.

La construcción de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, costó 14 millones de duros, resultó una edificación que costó una fortuna a la corona española. La Fortaleza de San Carlos de la Cabaña forma un polígono de 420 metros de exteriores compuesto por baluartes, terrazas, caponeras, y revellines flanqueados, fosos, camino cubierto, cuarteles y almacenes.

La entrada principal de La Cabaña es majestuosa y a ella se llega gracias a un puente levadizo. Dos columnas dorias, rematadas por cabezas de leones en alto relieve, aguardan siempre al visitante. Otras áreas importantes son las salas de exposiciones, la capilla y la Plaza de Armas, lugar donde se encuentra uno de los tres aljibes de la Fortaleza, el cual está formado por bóvedas soterradas.

Por su admirable y sólida construcción fue considerada como la primera fortaleza de América en la época en que fue construida y la más considerable de Cuba. Desde su construcción albergó a las unidades elite del ejército español en Cuba.

Entre los primeros que guardó prisión tras los muros de la Cabaña se encuentra el negro liberto José Antonio Aponte, en 1812. El poeta Juan Clemente Zenea y Fornaris corrió la misma suerte en 1871. Con anterioridad, en 1870, la presencia de dos prisioneros dieron relevancia especial a la fortaleza: José Martí Pérez y Fermín Valdés Domínguez.

A partir de 1959 la Cabaña cambió radicalmente sus funciones. El 3 de enero de 1959, el Comandante Ernesto Che Guevara, estableció su Comandancia, que es hoy un museo donde se muestran documentos del inolvidable guerrillero.

La restauración de la Fortaleza de La Cabaña se inició en 1986, y fue abierta al público en 1991 como parte integrante del Parque Histórico Militar Morro-Cabaña, que alberga una colección de armas antiguas que lo convierten en un espléndido museo en el que el silencio y la tranquilidad reinante nos hacen olvidar que nos encontramos dentro de una fortaleza.

Su inexpugnable muralla, valladar antaño, hoy soleado balcón sobre la ciudad. Con calles adoquinadas inundadas de luz y sombra, plazoletas abiertas a la brisa. El Patio de Los Jagüeyes, umbroso y evocador remanso de paz.

La plaza de armas saturada de verdes y florecidos jardines donde los vigilantes cañones, tronantes ayer y devenidos ahora en silenciosos sobrevivientes de una época erizada de sobresaltos. Otras áreas importantes son las salas de exposiciones, la capilla y la Plaza de Armas, lugar donde se encuentra uno de los tres aljibes de la Fortaleza, el cual está formado por bóvedas soterradas.

Sus estancias interiores convertidas en museo, cuyas salas muestran una completa colección de armas provenientes de varias partes del mundo, desde la prehistoria hasta el siglo XIX y con varias salas dedicadas a su historia, San Carlos de La Cabaña es lugar ideal para el descanso activo y evocador.

Entre las atracciones que nos aguardan en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña se encuentran algunas como el cañonazo de las nueve, el faro más antiguo de América Latina, y la ceremonia militar del reloj solar, que ya transita por el camino de la popularidad.

Este reloj solar, ubicado en la Cabaña, es de un diseño exclusivo para este lugar, ubicado en la Plaza de Armas, y está dotado de un pequeño cañón que se hace disparar en dos ocasiones, en horas señaladas de la mañana y la tarde.

Desde su construcción en 1774, La Fortaleza está íntimamente ligada a una de las más arraigadas tradiciones habaneras: el cañonazo de las nueve. Resuena desde La Cabaña el "Cañonazo", que en tiempos antiguos anunciaba el momento en se cerraban las puertas de la muralla de la ciudad.